La maestra Katia y la escuela «Rabindranath Tagore»

Álvaro Obregón, Ciudad de México, México

Grafiti en las paredes, contaminación, vendedores ambulantes y una comunicación basada en groserías; ese era el contexto de la Escuela Primaria “Rabindranath Tagore”, ubicada en la Ciudad de México, en 2015. Katia Ruiz comenzó ahí su trayectoria como maestra con un grupo de estudiantes de quinto que tenía peleas internas desde el primer grado.

Se enfrentó a agresiones físicas y verbales entre los alumnos. Con el tiempo descubrió que la mayoría de ellos vivía violencia intrafamiliar o abandono; esa falta de guía en casa limitaba sus proyectos de vida y aspiraciones. La poca participación de las madres y padres de familia era otro inconveniente.

Encontró una solución al problema en la convocatoria de Aprender Participando que llegó a ella a través de las autoridades educativas del estado. Tras contactarse con la tutora del curso, comenzó a explorar los módulos en la plataforma digital del curso; la posibilidad de administrar su tiempo y trabajar a su ritmo facilitaron el proceso.

(Lo mejor es) ver que tus chicos o personas ya adultas generan un cambio a favor de la comunidad porque estás innovando, no te quedas solamente con lo mismo de todos los años

Katia RuizProfesora participante

Más que una serie de pasos para trabajar con alumnos problemáticos, el programa le brindó la metodología para convertirse en facilitadora y contribuir al desarrollo de una autonomía guiada entre sus alumnos. Además, mejoró su estilo de enseñanza desde una perspectiva participativa.

Como parte del programa propuso a sus alumnos solucionar un problema en la escuela; democráticamente eligieron el grafiti en las paredes. Con la semilla de la reflexión sembrada y decididos a concientizar a su comunidad sobre la importancia de tener una escuela presentable, crearon trípticos informativos y establecieron redes cooperativas con sus vecinos para transformar el grafiti en dibujos educativos para los niños y niñas. Consiguieron pintura, organizaron a los padres de familia y destinaron un sábado a la recuperación de su espacio educativo.

El sismo del 19 de septiembre de 2017 paralizó por tres meses el ciclo escolar; los alumnos mostraron interés por continuar estudiando, solicitaron tareas para no atrasarse y junto a maestros y madres de familia organizaron círculos de estudio. Todos colaboraron en la limpieza de la escuela y la recolección de escombros.

El grupo de la maestra Katia, preocupado por la seguridad de los alumnos de primer año, ayudó a colocar vallas para bloquear el paso a las zonas de peligro, procuró la vigilancia durante los recesos y organizó brigadas para concientizar a sus compañeros sobre los accidentes que podrían sufrir si no atendían las indicaciones de seguridad.

He notado cómo el curso me dio paso a paso, la autonomía de ellos (los alumnos). Ahorita estoy con ese grupo y trabajan bien, pues desarrollan más ideas. Paso a paso, yo soy una facilitadora del proyecto, y los guío pero muy poco.

Katia RuizProfesora participante

Más que una calificación, los alumnos ahora encuentran en los proyectos formas de contribuir a la transformación de la comunidad; esto motiva a la maestra, ya que considera que el conocimiento adquirido a través del programa la ayudó a combatir el desinterés de los alumnos para involucrarse en proyectos participativos.

“Generas una forma de aprendizaje tal vez diferente a la perspectiva que tenías. (Lo mejor es) ver que tus chicos o personas ya adultas generan un cambio a favor de la comunidad porque estás innovando, no te quedas solamente con lo mismo de todos los años”, concluye.